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I Nunca es puntual el tiempo

María García Esperón


I

NUNCA es puntual el tiempo
para dejarnos solos y empezar a perdernos
en la espesura donde ya nadie se conoce.
Quiero estar aquí como la lluvia,
en vertical como el abismo.
Soy el amo de la soledad,
la cifra de la nieve, el inventor del cero.
Soy el conquistador de la humedad del agua.
Quiero instalarme aquí. Mis carabelas
están enamoradas de la ruta del sueño.

Vengo a ofreceros mi fe antes de que anochezca,
a entregaros mi historia rural como el ganado,
a colgar un refrán de vuestro cuello
y deciros mi vida. Vengo del Norte,
de una noche dormida en los castaños,
de una casa fresca como los vientres de las bodegas.

Mis recuerdos son vuestros desde ahora,
os ofrezco el perfume de los membrillos
envuelto entre las sábanas,
el rito cereal de las siestas de mayo,
el canto de los grillos, la sed de los limones.
Mis secretos son vuestros desde ahora,
os proveo de ojos manantiales,
de mitologías suaves para mecer las cunas,
de palabras-espiga para dorar lenguajes,
de caminos y charcos y atajos como infancias.

Antes de que anochezca,
he de plantar aquí la grana de unos ojos
que no deben cerrarse,
la fuerza de unas manos que abrazan como muros,
la voz tradicional de la boca del barro,
los frondosos suspiros de la menta.

Ven a recibirme con tu ajuar de deseos
y viviremos cerrados bajo la biografía de la niebla,
en el exilio de los faros.

Te adornaré las horas con laureles romanos
alrededor de casa,
te diré que los dioses duermen en los jazmines
desde el último eclipse,
te vaciaré el volcán que supura en la boca de los siglos
y haremos un paisaje que brote nuestros nombres
en sus tierras.

Nunca es puntual la lágrima para llorar el humo
que se escapa de un alma que se enciende
y crepita en los leños que tabican la puerta del olvido.
Aquí seremos libres como el atardecer de los pastores
y la sonora estación del queso fresco.

Seremos más que libres
y pondrás tus sospechas a curar al aire puro.
Ahora di que sí, solamente que sí
como hacen nuestros árboles al entregar el fruto
o admiten nuestros perros al robar su camada.

Quedaremos
y pintaremos el cielo de cal viva y tendrás una estrella
preferida
y arrendaré una fuente a nuestras náyades
donde laves la ropa arrodillada con el lento jabón
de los crepúsculos.

Quedaremos y parirás con el dolor de las cosechas,
con esos gritos rojos con que se hace la sangre
y se pisan los mostos en las tribus del alma.

Quedaremos aquí,
definitivamente lejos de los ayeres desilusionados,
definitivamente cerca de las inmensas llanuras
por donde tendremos que partir
cuando caigan las nieves de nuestros ojos fríos.
Serás tú la heredera del rocío y de las lunas llenas,
tú la que cure con hierbas los dolores del mundo
y la que más entienda del vuelo de los pájaros
y el croar ensordecedor de las tristezas.

Quedaremos aquí,
definitivamente hundidos en el temblor del tiempo
y los helechos,
definitivamente ocultos bajo las primitivas
capas del espacio,
definitivamente así como la muerte.

(C) Aurelio González Ovies
Realización: María García Esperón
Música: Le Disque du Temps et de l'instant
Jordi Savall, Montserrat Figueras
2010

II Vengo del Norte, de donde la tristeza tiene forma de alga

María García Esperón


II

De dónde soy, me pregunto a veces, de
dónde diablos
vengo, qué día es hoy qué pasa.
Pablo Neruda


VENGO del Norte,
de donde la tristeza tiene forma de alga,
de donde los siglos son muy anfibios todavía,
de donde las grosellas son un veneno puro
para beber un trago cada noche.

Vengo de allí a conquistar paisajes malheridos,
a dar voz a los ecos de estos valles
que nunca se han hablado más que con señas de humo.
Ella viene conmigo,
con todos los caminos enroscados al cuello
y una perla de hambre colgada de su frente.
Quiero vallar aquí la eternidad para todos los míos,
para todos los hombres que desciendan de un padre
carpintero,
para todos los muertos condenados a girar esas aspas
del eterno retorno.

Mirad aquellas tierras, aquellas plantaciones
de pájaros mojados,
mirad aquellas granjas donde todos los días
el sol devora el pan.
Mirad y, por última vez,

podéis llorar al pie de los lechos del trigo
que agoniza.
Porque vengo del Norte,
de donde nunca anidan las cigüeñas
porque las torres tienen que apuntalar el cielo;
de donde el frío habita el carbón de los lápices
y hay una flor gitana que cura el desencanto.

Vengo de allá,
de un paseo marítimo alumbrado con gas de calaveras
y estrellas de carburo.
Ella viene conmigo porque lleva en el vientre
más de doscientas conchas
y un hijo sin edad como los faros.

Ahora la prisa está bajando su marea,
ahora las caracolas tienen un rey de nácar,
ahora cada ola desemboca un destino
y yo os vomitaré un mar
para que nunca más os encontréis solos,
para que los auspicios os lleguen en botellas
y podáis escribir al horizonte.

Vengo del Norte,
y sé un poco del trayecto de la muerte
porque allí desembarcan sus galeras.
Escuchadme y seguidme,
os traigo grana verde de la palabra
que sangran los manzanos
y dentro de unos años nuestra felicidad podrá estar
muy madura.

III Yo soy el mensajero de los atardeceres

María García Esperón


III

YO soy el mensajero de los atardeceres,
de las horas granates que apiñan las frambuesas.
Soy la hora que nunca regresará a su sitio.
Soy el conquistador. Soy el atardecer. Vengo del Norte.

El ganado está manso como un pantano de oro
porque el mundo es pastor en esta orilla
desde hace muchos siglos,
yo lo vi merendar manteca y miel silvestre.
Algún día tendremos una casa,
algún día seremos dueños de una pomarada
donde la eternidad despierte con los gallos
y te ayude a peinar a nuestros dos mil hijos.

Vengo del Norte como la blanda niebla
que masticáis vosotros en las bodas del viento,
como el rostro moreno de la brea con que encendéis
los libros de la noche,
como las golondrinas que escapan de las cuadras
al reventar la seta del otoño.

Ella llora porque ha dejado atrás una cruz de violetas
encima de su raza,
porque sabe que aquí ahorcará su memoria
en esta lluvia de árboles que no hubieran nacido.

Los pastos están rotos,
pero traigo un arado con los dedos de un dios
que arañarán la tierra hasta tocar los huesos del primer
enterrado.
Ella rota un molino cada vez que me mira
para pedirme amor entre la hierba alta,
cada vez que me sube a los graneros donde la voz
deposita su harina indescifrable.

Os traigo una noticia envuelta con hojas de castaño,
una noticia fresca
que necesita tiempo debajo del estiércol,
pero será tan grata como la novia nueva
que grita cuando rompen su blanca idolatría.
Ayudadnos a descargar nuestra carreta;
que ella se pose despacio
como una edad que acaba de romperse las piernas
y necesita esclavos para bajar la vida.

Veo que está la noche cantando como un grillo
y que vuestras esposas han encendido el fuego.
Podéis iros,
que el vino sólo tiene un momento como las decisiones.
Mañana volveremos a vernos
cuando el rocío enmarque cristales a otro día
y amanezca de nuevo la palabra distancia.

IV En tus dominios las horas surgen de la nata

María García Esperón


IV

EN tus dominios las horas surgen de la nata,
de los campanarios del deshielo, del alma de la leche.
Esta es la estación de las promesas,
el mes por donde cruzan los afluentes del tiempo
y donde cogen agua las almas sin oficio.
No tengas miedo; la eternidad es húmeda
como los besos tiernos de una boca inundada.

Deja aquí nuestras cosas,
esta es la temporada de frutos deliciosos,
de américas y tangos maduros de coraje.
Deberías ponerte este pañuelo para pisar la vida
que palpita en las uvas
y viajar a la siega de nombres imposibles.
Canta como si hubieras estado muchas veces enamorada
del verano,
como si hubieras ido muchas tardes a las tradicionales
danzas de las espigas,
como si hubieras nacido para morir en una vieja mina
de amapolas.

Estas tierras han sido reservadas para el más allá
de los desesperados.
Por aquí han pasado muchos otros a preguntar a dios
cuántos pasos nos quedan al destino.
No tengas miedo; come unas bayas de esa esperanza roja
de la sangre del mundo;
prométeme, prométeme. Esta es la estación de las promesas:
de decir que estás acostumbrándote a no llevar la carne,
de empezar a ser un girasol de cicatrices,
de celebrar el llanto de la Naturaleza.

La mentira está dentro de todos los arbustos,
de todos estos seres que han echado raíces
sobre sus propias sombras,
pero tú necesitas una droga de barro,
un tallo de papiro que conserve los signos
de tu belleza acuática.

Aquí las horas no dejarán huella en tu mirada
porque las horas surgen de la leche que ordeñan los
montañeros,
de las ubres hinchadas de una madre parida.
Yo te prometo ser el campesino de todos tus dominios,
la voz que te detenga la lluvia y el granizo
cuando estén en flor aún los cerezos dispersos por tus labios;

Esta es la estación de las promesas,
el tiempo en que la tierra se abre como los sexos insaciables,
es la estación más larga de la vida.

V Hoy tienes en el alma noche de luna llena

María García Esperón


V

HOY tienes en el alma noche de luna llena,
tu eternidad aúlla detrás del pensamiento,
en las dunas del dolor que hemos dejado atrás
para llegar aquí y estar tan solos.
Encargaré a los pinos que lacren tu conciencia
con resina salvaje,
y entenderás el llanto de los lobos,
los frágiles dialectos de los copos de nieve.

Serás la reina aquí. Serás la enredadera que suba
por el tronco de mis árboles,
serás la milenrama que busquen los enfermos de esperanza.

Vengo del Norte,
de donde las sirenas siguen llamando a Ulises,
de donde los recuerdos se borran con la lluvia,
de donde los destinos se reman con los brazos muy abiertos.
Ella viene conmigo
para daros a luz una provincia de perfumes.
Ella trae las cenizas del gélido nordeste.
Vengo del Norte,
a encender las luciérnagas de vuestra soledad,
a tatuaros la piel con el rumor de los enjambres.
Mi silencio revienta como la pasión de las legumbres.

Aquí extenderemos las paredes de nuestro nuevo mundo
y ella tendrá un estanque y un sueño de pizarra
y unos ojos azules como los dioses áticos.
Quiero que la felicidad desprenda la fragancia
de los albaricoques
y se siente a morir cada tarde un momento.
Si me miráis así seré un poco más viejo que la tierra,
porque vuestras pupilas giran con el vapor de las embarcaciones
en que navegan los antepasados.
Ella tiene dos pueblos hundidos en el alma
y en noches como ésta habla con el acento de los pantanos;
lleva en el corazón un campanario
para que nunca más estéis tan apartados de las golondrinas
y sepáis la hora por su tristeza románica.

Vengo del Norte,
de una aldea tranquila donde la muerte viaja en un tren
de carbón,
de la llamada azul de los afiladores,
de una granja apartada de todos los destinos.

VI Desde las ventanas de tu cuarto

María García Esperón


VI

DESDE las ventanas de tu cuarto
verás esa llanura donde habitan los hombres
que no tienen a nadie,
esos seres que escancian la nostalgia en las cubas sin fondo
de la niebla.
Verás todos los faros de la mitología
y a todas las esposas que esperan el regreso de los barcos.

Ha llegado a tu piel la primavera, ha llegado la pascua
a los laureles de tu aliento;
tendrás que bendecir estos terrenos
con la oración que traes escrita en el cansancio.
Ha llegado el momento de que pintes las flores
con el betún reciente de tu lengua materna
y pongas a los sauces a llorar para siempre.
Te nombrarán la dueña del espacio silvestre,
la artesana del polen,
la molinera azul de todos los panales
y cada abril que venga te pedirá permiso
para hacer el amor sobre la tierra.

Aquí serás feliz yéndote con las fuentes a conocer
lo efímero,
a comer fresas ácidas a los ocasos,
a bailar en las fiestas que hacen los campesinos.
Serás feliz y hermosa
y verterás dolor al tinte de las malvas
y llevarás pendientes como los manantiales
y te deshojarás toda en noviembre.

Estaremos tan sanos que en cada aniversario
la edad no llegará porque habrá nieve
y pasarán los años con el retraso de las indecisiones.

Desde las ventanas de tu cuarto
verás la enredadera de la costumbre trepando vida arriba
y no echarás de menos tu estancia en otra parte.
Jamás serán los días un eco indiferente
de las agrias campanas de los abutilones.
Quedaremos aquí,
apoyados en estos corredores donde cura el futuro.

(C) Aurelio González Ovies
Vengo del Norte
Voz: María García Esperón
Música: Ludovico Einaudi
MMX

VII En tus manos los pueblos se verán a lo lejos

María García Esperón


VII

EN tus manos los pueblos se verán a lo lejos
como un olvido entero de luciérnagas
y pasarán los trenes por los márgenes rubios
de tus ojos
y se irán los pasajeros de tus lágrimas.
Vengo del Norte,
ella es hija de un humilde sereno
que vigila las calles de la conciencia,
ella trae la sabiduría de cultivar crisálidas
sobre los multiformes pétalos del alma.

Necesitaré un río para cruzar a las comarcas
donde se compra el grito de la felicidad eterna,
necesitaré una mano que bote las voluntades
río abajo,
necesitaré una corriente favorable a los deseos
y un puñado de brisa que apriete las edades.
Ella se quedará aquí consolando a la ribera,
protegiendo el capullo de la vida,
devanando los imperceptibles hilos de la existencia diaria.

Me iré con la última luna del invierno
y volveré enseguida;
volveré con la fluorescencia del verano,
con el saúco mágico del que comen los príncipes,
con la genciana donde se tiñen los crepúsculos.
Volveré con el azahar nupcial donde la libertad es virgen
siempre.

Esperad en vuestros puestos,
detrás de este paisaje de voz medicinal
donde la muerte no tiene aniversarios todavía.
Esperad sabiendo que regresaré muy pronto
y que ella estará en medio de vosotros como un estambre fiel,
como una catarata de respeto.

Vengo del Norte,
me mandan los patrones de la melancolía,
me mandan los barqueros de lo inolvidable,
los sabios cirujanos de las desilusiones,
los curtidos carabineros del ensueño.

(Para César y Ana)

VIII Yo no sabía que aquí mirabais el mundo

María García Esperón


VIII

YO no sabía que aquí mirabais el mundo
con los ojos cerrados,
que amabais las cosas con tanto desenfreno,
no sabía nada de vosotros ni de este continente
al que llegamos siguiendo el curso del olvido.

Vengo del Norte,
de los acantilados de un destierro,
de los muelles que esperan la ternura,
de las mareas del último suspiro.
Ella quiere pediros una estrella fugaz para amarrarse
el pelo;
está cansada y ha venido mirando atrás
como los que no vuelven.
Mañana se verá en las aguas y quedará preñada
de las profundidades; mañana, siempre mañana
como hacen las promesas.

Vengo del Norte,
de la edad retorcida de las viñas,
de los poblados rústicos del vértigo,
del alarido febril del urogallo.
Desde ahora poseeréis el delirio de arcilla
que retumba en el vientre de la cerámica,
poseeréis la fuga de las olas, el verbo de la espuma.
Desde ahora beberéis el jugo del pomelo
y plegaréis la simetría del alma en los moluscos
y llevaréis sombreros como los que vendimian
las llanuras del alma.

Yo no sabía que aquí entendíais la prisa de los ríos
y cruzabais la historia en balsas de corteza.
No sabía nada ni de vuestros frutales afrodisíacos
ni de vuestras mujeres migratorias.

Vengo del Norte,
de donde lloran las abuelas cuando suenan las gaitas,
de las escapatorias de los topos,
de las minas saladas de las lágrimas,
de la beatitud que fermenta en los hórreos.
Soy prisionero del salitre. ¿Por qué no preguntáis
cuántos naufragios tengo?
Puedo responderos con una nube.

Ella viene conmigo y en los días bisiestos
la amaré con dos bocas.
Ella es la amada que vieron los pescadores en las afueras
de la niebla.
Ella es la heredera de los faros,
la última gitana de la estirpe del llanto.

(C) Aurelio González Ovies
Vengo del norte
María García Esperón desde el Centro Ceremonial de Cuicuilco, México. Al fondo, los volcanes nevados: la Mujer Blanca y La Montaña que Humea
MMX

IX En las viejas miradas la luna canta tangos

María García Esperón


IX

EN las viejas miradas la luna canta tangos.
Soy el antepasado de los que me suceden,
soy un gitano oriundo de la flor de la pena,
soy el giro ancestral de la rueda del carro.
Soy un camino errante. Vengo del Norte.

He traído a mis muertos para que vuestros campos
germinen la promesa,
y ha venido la sangre a llover esta tarde
para que aquí reviente nuestra estirpe
con la fecundidad de los volcanes.
Soy el grisú que flota en las bocas ajenas,
soy el túnel que desemboca en la desesperanza,
soy el marzo que apunta en la rama del verso,
soy el corresponsal de las hogueras.
Vengo del Norte,
de la escritura cuneiforme del acebo,
de los funerales de la agricultura,
de la enorme tristeza con que se aleja el oso,
de la genealogía del pan de leña.
Ella viene conmigo porque es fértil
y amamanta a las mulas;
ella es la pregunta carnosa que rellena los frutos.
Algún día entenderéis por qué la quiero
y por qué come el polvo que levanta el futuro.

Tendremos una casa
y vendrán a cocer pan vuestras mujeres;
tendremos un establo y volverán los gritos de las fraguas.
Yo soy de un domicilio rural como la niebla,
soy el rompeolas de la edad tempestuosa,
soy el deseo marítimo de los de tierra adentro,
soy el invertebrado. Vengo del Norte.

No conocéis el viento ni sus silbidos rubios
cuando el bambú se seca.
Yo os traigo miradas viejas,
ojos parados en el solsticio.
Os traigo la luna en una jaula de lágrimas.
En las miradas viejas la luna enciende tangos.

Vengo del Norte,
del cazador furtivo de los páramos,
del relincho huérfano del asturcón,
de los caserones dorados del poniente.
Ella tuvo un reino detrás de la distancia
y descifra los signos de los que nunca llegan;
ella habla dos mil lenguas como los ojos
y redacta los fósiles de la memoria.

Quedaremos aquí,
donde el humo regresa al fuego,
donde la eternidad no bautiza a sus huéspedes,
donde los dioses son salvajes,
donde la verdad cierra al crepúsculo.
Quedaremos aquí y ella estará orgullosa

como el ave que oculta a los polluelos
debajo de su vuelo.
Quedaremos aquí definitivamente cerca del origen del agua.



(C) Aurelio González Ovies (España)
Vengo del Norte
Voz: Susana Peiró (Argentina)
Imágenes: Tango. Pasión en blanco y negro. www.terra.com.es.
Buenos Aires antiguo http://buenosairesantiguo.ar
Música: Operita María de Buenos Aires. Astor Piazzolla.
MMX

X Las madreselvas tienen vuestro mismo carácter

María García Esperón


X

LAS madreselvas tienen vuestro mismo carácter,
vuestra misma bondad al trepar los abrazos,
vuestro mismo dialecto de palabras en ruinas.

Hay algo aquí parecido a la muerte,
tal vez esa nostalgia de sospechar que estamos
muy lejos de nosotros,
acaso ese susurro de los remordimientos,
quizá esa triste luna que ya no tiene pelo.

Vuestros cuerpos evocan la gran soberanía
de los que saben poco,
de los que no conocen más que aquello que tienen,
de los que dan la vida por amor a los suyos.
He venido a compraros la libertad del pájaro,
el alcance del águila;
he venido a poneros en hora los cuclillos,
a subiros los árboles casi cien años,
a humedecer la tierra con que engañáis el hambre.

Vengo del Norte,
del érase una vez del cuento de la vida,
de la paciencia mineral de la montaña,
del nerviosismo transparente de las libélulas,
de los bueyes que tiran del esfuerzo.

Ella viene cantando una canción de amor
que cantaba su madre,
habla de una muchacha que recibe gardenias. Vengo
del Norte
como la duda, como el conjuro.
Vengo del Norte como la orientación de las madreselvas.

Me envían los alquimistas de la brea,
la política de los castaños,
los cabreros del alba,
los números silvestres.

Os traigo vino dulce y pan de higo
y una puesta de sol y unas gaviotas.

Hay algo aquí parecido al olor del infinito.

(C) Aurelio González Ovies
Vengo del Norte
Voz: María García Esperón
Música: Chris Spheeris
MMX

XI En las tardes de agosto te llevaré a las grutas

María García Esperón


XI

EN las tardes de agosto te llevaré a las grutas
donde el fresco gotea como los condenados.
Serás dichosa aquí,
alta como los pinos, desplomada
como los tejos.
Sangrarás todos los meses por la palabra hembra,
beberás la mentira de las generaciones,
encontrarás la hierba que intoxica la angustia,
manarás de ti misma la venganza.

Serás feliz aquí,
noble como la higuera, furibunda como los rayos
y verás a los tuyos cada vez que haya bruma.
Yo te levantaré molinos con los brazos
de quienes suplicaron decirte eternamente
adiós desde lejos;
yo te dibujaré los planos del olvido,
el camino redondo donde giran los muertos,
la muralla de gritos donde da vuelta el tiempo.

Tendrás las manos siempre abiertas
como el día,
los ojos encendidos como una primavera.
Serás feliz aquí, te lo prometo.
Os prometo a vosotros que ella no cesará
de labrar vuestras tierras de sueño
y conquistar las mieses en que dora el destino.

(C) Aurelio González Ovies
Vengo del Norte
Voz: María García Esperón
Música: L. Einaudi
Imágenes. Mixquic (Tláhuac) México
MMX

XII Por el sol es la hora de empezar a soñar

María García Esperón


XII

POR el sol es la hora de empezar a soñar;
recoge los aperos de la vida,
la realidad aquí -ya te lo dije- tiene la tierra
seca, ha sido abandonada.

Nadie es verdad más que los muertos
a pesar de sus siglos.

Nos acostumbraremos a existir al revés
como la calumnia,
surgirás con el apetito de la envidia.

Olvidaremos todo lo que fuimos,
aunque nuestros padres lloren desde los astros;
y no tendremos nombre
para que nadie nos confunda desde ahora.
Nuestra casa estará rodeada de épocas,
de meses boreales.

Nos acostumbraremos a levantarnos pronto
para esperar el tiempo en otra parte
donde los labradores pongan la leche fresca
al borde del camino,
donde los trenes rompan la pereza del alba,
donde la primavera anide en los aleros de tu mirada
esdrújula.

Por el sol es la hora de deciros
que estoy enamorado
y que he venido aquí para dejar encinta a la geografía.
Vuestra historia me gusta porque baila desnuda
cuando llegan los huéspedes
y sus pechos morenos vibran infatigables.
Quedaremos aquí;
nos enseñaréis a pronunciar las sílabas del gozo,
a escribir las tablillas del deseo,
a conjugar la ley que nunca habéis violado,
a vivir sin el fugaz atuendo de los hombres.

Es tarde.
Las estrellas empiezan a salpicar la noche.

(C) Aurelio González Ovies
Vengo del Norte
Voz:
María García Esperón
Imágenes: fotometraje de Pedro Páramo, Gabriel Figueroa, Google.
Música: L. Einaudi
MMX

XIII Desde el viento hasta aquí hay tantas leguas

María García Esperón


XIII

Desde el viento hasta aquí hay tantas leguas
como a la capital del infinito.
Mi casa está muy lejos de los rumbos
y ya nadie la habita más que el tiempo.
Vengo desesperado;
esta es la soledad, mirad sus ojos
llenos de agua,
mirad sus manos de abandono.

No renunciéis jamás a vuestra sangre
porque moriréis rabiados como un perro.
Nunca veáis la envenenada piel de la conciencia.
Creed en ellos,
en los que os dieron leche
y quedaron escuálidos,
en los que os dieron voz
y se quedaron mudos,
en los que os dieron pan
y no comieron,
en los que al veros felices se fueron alejando.
Creed en ellos
y no escupáis nunca encima de sus nombres.

Vengo del norte,
de la isla de los desaparecidos,
de la locomotora del olvido,
de los abedules de la melancolía,
de los antepasados del saúco.

No tengo nada más que una experiencia en flor
que nevará enseguida
y una voz en plural como los ecos.
Ayudadme a sujetar las uñas de mi vida
y a descargar las dudas que me arañan.

(C) Aurelio González Ovies
Vengo del Norte 
Voz: María García Esperón
Imágenes: Google. AGO
MMXI

XIV Amárrate el pañuelo como en los días pasados

María García Esperón


XIV

AMÁRRATE el pañuelo como en los días pasados,
para que nadie ignore nuestro origen
y canta la corriente del río hasta que el sol
se oculte.
Somos los campesinos de la aurora,
los habitantes del poblado que da forma a la lluvia,
los dueños del aliento de la leche
y la frescura femenina de los cántaros.

Es tiempo de sembrar la voz que falta,
es tiempo de enterrar el hambre para siempre,
es tiempo de cocer el barro que nos hunde
en la memoria.
Ella podrá deciros los secretos del fuego
y la blanda leyenda del adobe.

Ella viene conmigo como la azul puntualidad
de las mareas
y romperá en espuma tan pronto como el beso.

Vengo del Norte,
de los brazos comidos de una generación enferma
como la misma muerte,
de las canteras del olvido,
de la simétrica antigüedad de los helechos.
Pero llego al fin,
con la esperanza tierna que apetece en los panes,
con el sabor a tierra que define los cuerpos,
con el escalofrío de la sangre.
Vuestras bocas reventadas
nunca más añorarán la gratitud del agua
ni el refrescante rumor de los cerezos.
Yo también sé cómo gritan las hembras
cuando paren criaturas malditas.
Llorad ahora. Ahora. Nunca os abandonaré,
nunca veréis a esos seres queridos
comidos por las moscas,
nunca estaréis tan solos como el suicidio.
Nunca. Mi palabra es promesa.

Vengo del Norte;
parece que fue ayer cuando caía el sol
en la cal de mi ausencia.


(C) Aurelio González Ovies
Voz: María García Esperón
Música: Nightnoise
MMXI

XV Si me entregas tus tierras

María García Esperón


XV

SI me entregas tus tierras
las fuentes dejarán que beba tu ganado
y una tarde, cada cien primaveras,
celebrarán tu nombre con albahaca y lluvia
los pobladores que no conoceremos.

Pídeme que te ofrezca mi sangre,
ruégame que robe los dialectos del agua,
oblígame a entregarte la edad del viento.
Si me ofrendas tus campos todo será tuyo
y nacerán las flores orientadas a ti
y los montes tendrán distinta perspectiva
y las aves un vuelo sin frontera.

Estoy dispuesto a no volver al Norte
si firmamos la paz y enseñamos la mar a los desiertos,
la palabra a los bárbaros, el sol a los enfermos.
Aquí la muerte es una brisa
enamorada de tus pechos,
de las frágiles dunas del carácter humano.
Aquí la tierra posee la estatura de los sueños
y la sombra incapaz de la amargura.

Estoy dispuesto a no volver al Norte
para estampar los gestos de tu vejez anónima
en todos los espacios
y edificar santuarios donde viva la llama
de tus ojos abiertos.

Nunca regresaré ni hablaré del pasado
ni te reprocharé mi corazón sin dueño.
Pero quédate en mí, fuente, cometa, despertar,
únete a mi aliento, infinitud,
y respira conmigo
y toca con mis manos.
Todo podrá ser nuestro
sin distinción de género. La verdad
sabe ácima como el pan de los dioses,
a pesar de ser dulce.
Vendrán los peregrinos y tú, esfinge dolorida,
borrarás los caminos que no llegan,
pondrás todos los lugares aquí mismo,
responderás de luto como el tiempo.

Estoy dispuesto a no volver al Norte
y a llorar algún día recordando mi infancia
cuando ya estés dormida,
pero hagamos la paz y rompamos los nombres.

(C) Aurelio González Ovies
Vengo del Norte
Voz: María García Esperón
Música: Ludovico Einaudi.
MMXI

XVI Solamente una tarde soñaremos sin rumbo

María García Esperón


XVI

Fue dura la verdad como un arado
Pablo Neruda

SOLAMENTE una tarde soñaremos sin rumbo,
aunque soñar es fácil desde vuestra ternura.
Yo también quise ser y alcanzar tantas cosas
como vosotros mismos,
pero al final me tumbo a la sombra del hombre,
a la engañosa sombra de la vida.

Vengo del Norte
y canto la nostalgia de un verano que acaba,
de un pañuelo que dice adiós al horizonte,
de unos ojos que lloran cuando parten los barcos.
Por mi casa pasaban, al rayar la mañana,
pescadores morenos como la idolatría,
hombres con más salitre que el egoísmo del océano.

Soy recuerdo y soy faro
y soy costa que espera vuestros ágiles remos,
vuestro asomo de muelle, vuestra mirada libre.

Aquí merendaremos como en los viejos tiempos,
recordando las hembras que conocimos lejos
y perdieron su fe por el amor de un día.
Beberemos hasta que no sepamos la causa de la noche,
hasta que nos apene nuestro ser miserable
y escupamos el miedo que llevamos a cuestas.

Es muy fácil soñar lo que nunca seremos,
lo que, a pesar de todo, hemos perdido.
Pero es corto el camino, duro como el arado.

(C) Aurelio González Ovies
Vengo del Norte
Voz: María García Esperón
Música: Kitaro
MMXI

XVII Hoy estarán los dioses maldiciendo su nombre

María García Esperón


XVII

HOY estarán los dioses maldiciendo su nombre.
Hemos aprovechado la media noche
para salir del mito a oscuras
como el pecado.
No tenemos nada. Nuestros cuerpos desnudos
y la palabra en fuga.

Venimos decididos a ser los habitantes
de las brújulas,
la huella interrogante de los desorientados,
la onda que delira en la fiebre del agua. Hoy estarán los dioses desangrando su nombre
y una estirpe sin ojos surgirá de la lluvia.
Desde entonces veréis solamente lo incierto.

Vengo del Norte,
de la recolección de los fracasos,
de la prisa milenaria de la aurora,
de las desilusiones del poniente.

Si nos dais cobijo,
ella tendrá el augurio de las constelaciones,
será la mujerluna de la palabra cielo,
guardará la orfandad de la palabra alma.

Quisiéramos quedarnos en este amor vallado,
acariciar la vida templados como un clima;
quisiéramos amarnos al norte de la bruma
y dormir unos siglos en vuestros lechos blandos

(C) Aurelio González Ovies
Vengo del Norte
Voz: María García Esperón
Música: Nightnoise
MMXI

XVIII Vuestra mirada es dulce como la edad del mosto

María García Esperón


XVIII

VUESTRA mirada es dulce como la edad del mosto,
pero tenéis el seco aliento de la tierra,
la voz más solitaria que el eco de los muertos.

Ella ha venido
para haceros salir de vuestras vidas
con la hierba que absorbe el sueño de los grillos.
Ella ha venido.
Sus manos son recuerdo de todo lo que tocan
y en su carácter viajan las gramíneas del sueño.

¡Ay de vosotros,
ay de vosotros!
Conocemos los libros de la vida,
los eternos volúmenes del tiempo, la juventud
del agua, la mocedad del frío;
somos ya veteranos como el poso del dulce rencor
de los fracasos,
indiferentes como los faros,
rutinarios como el asomo puntual de las estrellas.
Pero aquí está el final de los eclipses,
el verano más íntimo, la marea más dócil.

Os doy el movimiento de los siglos pasados
y el olor de las casas que se quedaron solas.
Os ofrezco la desnudez del grito,
la curtida protesta de nuestros labradores,
la amarga ley de los pomelos.

Hablaremos con manos ágiles,
con pies como raíces,
con templos si es preciso,
y quedarán palabras
subidas a las torres,
manzanos encendidos sobre la primavera,
caminos y montañas y estaciones de ida y promesas
de vuelta.

Vuestra sonrisa es fresca como las pomaradas
entre la amanecida;
buscaremos juntos la provincia ilegal
donde habita el destino en los meses de invierno.

Seremos uno
y necesariamente uno para evitar las guerras
o las sangrientas cifras que originan los pares.
Seremos uno
como la dirección en llama de los girasoles,
como la hidráulica pasión del oleaje,
como el inesperado brotar de la naturaleza.

Una voz, un alma, una palabra,
que es lo mismo que hablar de un hombre entero.

(C) Aurelio González Ovies
Vengo del Norte
Voz: María García Esperón
Música: Kitaro
2011

XIX La tristeza es redonda como un giro del mundo

María García Esperón


XIX

LA tristeza es redonda como un giro del mundo
y envejece los cuerpos con su mirada viuda
y separa los nombres, las manos, los océanos.
La historia vive allí,
por aquella explanada de las flores del número,
aproximadamente encima de los muertos.

Algún día la lluvia desprenderá un olor tan azulado
como el ardor del fuego
y cambiarán los días de piel y habrá otra raza
al mando del silencio.
Yo sé que en esta brisa navegan los aromas
de nuestros entrañables amaneceres
en la isla del tiempo:
aquel perfume un poco a temblor de los fresnos,
un poco a infancia y a cuerpo apetecible y a pizarra.

Volverán otros trenes cargados de años nuevos,
de nieve reciente, de veranos,
de brumas adormecidas, de hierbas venenosas
y libélulas al borde de los años del agua.

Volverán otros pasajeros con el destino a cuestas
y sus hijos mamando y sus mujeres
con cántaros
y fuentes sobre su pelo negro.

Volverán otros emigrantes a levantar sus casas
encima del olvido,
ese país de fiebre donde todos los seres
hemos perdido a alguien.
Y otros segadores por entre el mediodía de la avena.
Y otras hilanderas buscando los umbrales
para tejer su hastío hacia la media tarde.
Y otros pescadores con sus conchas de voz
marítima y profunda.

Todo regresará, pero nunca lo mismo.
Por eso os decía que el mundo gira triste,
más triste a cada vuelta,
casi tan triste a veces como la misma lágrima.
Y la historia se empeña en gritar en voz alta
sus mentiras de adobe
y repetir sus rosas como estación de sangre.

 (A Cuca, Aurelio, Pablo y José, que volverán)

(C) Aurelio González Ovies
Vengo del Norte
Voz: María García Esperón
Música: Nightnoise
MMXI

XX Aunque bajo la tierra

María García Esperón


XX

Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra
Miguel Hernández

ALGÚN día se posarán los pájaros a cantar
en tus brazos,
a descubrir que somos los náufragos del tiempo,
los herederos de una canción de amor
que se escuchaba en las brumas del norte.

Esta es la última primavera que estaremos juntos,
ésta es la última parada que precede al recuerdo,
éste es el tren que sale de la vida
a cada siempre en punto,
ésta es la noche que nos queda para romper en hijos.

Te irás y yo me iré,
pero te llevaré, te llevaré conmigo,
te enterraré conmigo a la sombra de un roble
milenario
y allí tendrás pastores que cuiden tus cenizas
y verás la oquedad montañas
y te despertarán los gallos de los dioses.
Todos los lenguajes quedarán sin tu nombre
y entonces las palabras brotarán en los prados
y arrancarán tus sílabas deshojando te quieros.
Hay alguien en el viento que recoge tu semen
y lo esparce a lo lejos. Hay alguien
que prohíbe tu mortal hermosura.

Te irás como una hora de labranza
dejando surcos llenos y un retorno.
Te irás como un camino hacia las estaciones.

Has sido tantas cosas que quedarán vacíos los sonidos
y morirán los números.
Pero estarás conmigo,
te encontraré un paisaje donde tus ojos crean
que la muerte es la vida en otra parte
con el mismo manzano, la misma casa al norte,
los mismos rostros gratos y el mismo perro.

Algún día los ríos terminarán enteros en tu boca
y molerás de nuevo esa nostalgia que madura en agosto
entorno a los maíces y a las romerías.
Tendrás jóvenes llenos de salud
que adorarán el árbol y encenderán sus fuerzas
en las paganas noches de solsticio.
Tendrás enamorados
y bueyes que carreten su ajuar a otro destino
y bosques silenciosos
y casas encaladas con sus cuadras, su estiércol
y su niño comiendo el primer bocadillo.

Te llevaré conmigo
a una lluvia que caiga sin rozar los balcones
a que se asoma el tiempo
para decir el nombre del que ha sido elegido;
a una noche estrellada
donde sobren los faros y te vean los barcos
desde la lontananza.

Esta es la última vez que te veo llorar
sobre la historia.

(A quienes quiero, ellos lo saben)
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